Hoy nos levantamos más tarde de lo
habitual. Pasamos la mañana en casa, recogiendo y haciendo maletas.
Esta noche vamos a dormir en el campo, así que queremos dejarlo todo
preparado para cuando volvamos a Tesalónica.
Hoy hace un frío del carajo. El camino
del autobús al campo se hace especialmente duro. Sopla un cierzo de
menos no se cuantos grados... Al llegar, algunos jóvenes están
haciendo un fuego en la antigua escuela, pero pronto corremos a
resguardarnos dentro de la nave.
Sabemos cuánto nos va a costar
despedirnos de nuestros/as amigos/as, así que empezamos hoy mismo.
Al llegar, nos juntamos con Diana y Amir, los hermanos adolescentes
que entrevistamos para el docu. Queremos que lo vean. Pasamos un
ratito con ellos, su madre Fidham, que enseguida se pone a preparar
unos platos de fruta y unos cafés, y su hermano Mohammed, un joven
de 18 años al que apenas conocemos, pues no se deja ver demasiado.
Mohammed suele pasar todo el día en su cuarto, y no se relaciona con
nadie, pero se muestra receptivo con nosotras cuando llegamos. Para
los y las jóvenes es realmente complicado establecer lazos en el
campo, ya que les cuesta mucho confiar en otras personas.
Continuamos las rondas de visitas
visitando de nuevo a Lilav. Hoy la encontramos más animada, incluso
nos propone juntarnos esta noche con otros jóvenes del campo y pasar
un rato distendido,fuera de su rutina diaria. Tenemos una sorpresa
para ella. Hace unos días nos comentaba que echaba mucho de menos
leer, así que decidimos regalarle un libro. En una de nuestras
escapadas al centro de la ciudad, y tras varios intentos, encontramos
una librería con unos pocos libros en inglés. Escogemos para ella
“Verónica decide morir” de Paulo Cohelo. Se emociona con el
libro y con las fotografías y dedicatorias que le dedicamos.
Mientras estamos tomamos un té, su madre teje con los dedos una
bufanda para Elena y para mí.
Pronto Almas, nuestra mamá siria,
viene a nuestro encuentro. Hemos estado un poquito ocupadas estos
días y no hemos podido pasar mucho tiempo con ella, nos echa de
menos. Así que vamos para su habitación para pasar un rato con ella
y su familia. Enseguida nos saca unos gorros de lana que ha estado
tejiendo para nosotras estos días, y nos cuenta que ayer estuvo
tejiendo hasta las 4 de la mañana para tenerlos listos antes de
nuestra vuelta a España. Si en verano fue difícil despedirnos de
ella, no queremos pensar en lo que nos espera mañana.
Tras algunos encuentros más, vamos
para la habitación de Imad y Aziz. Esta noche por fin dos hombres
cocinan para nosotras. Es algo poco habitual, pero no tienen nada que
ver con el resto de hombres que podamos encontrar por aquí(que
parece que solo saben jugar a las cartas y discutir a ratos). Antes
de la cena les hemos dejado el portátil para que viesen una peli que
habíamos descargado. Imad nos dice que realmente echa de menos una
pantalla de ordenador y disfrutar de una peli que no sea en el móvil
Después de una cena distendida, vamos
a visitar a Alan. Hoy es su cumpleaños. El otro día nos contó que
hace cinco años que no celebra su cumple. Antes de venir a Grecia,
su familia tuvo que desplazarse a Irak. Fueron perseguidos en Siria
por el simple hecho de ser kurdos y mostrarse contrarios al régimen.
Durante los últimos cinco años, Alan ha trabajado los 365 días del
año. Hoy cumple 18... Aunque no podemos celebrarlo como él hubiese
querido, pasamos un rato divertido.
Volvemos con Imad y Aziz, a quienes
hemos propuesto que escriban para el blog aquello que quieran
transmitir a todos/as quienes estáis leyendo estas líneas. Os
transcribimos la conversación:
Me llamo Imad, soy de Al Hassaka, una
ciudad de origen kurdo al noreste de Siria.
Mi vida en Siria era muy buena, lo que
entendía por una vida normal y feliz, con un buen trabajo, con mis
familia y mis amigos a mi lado, con cierta libertad dentro del
contexto de ser kurdos y vivir bajo un régimen dictatorial.
Tras el inicio de las protestas contra
el régimen, comienza la guerra, y también los primeros ataques por
parte del ISIS. En vista a la iminente guerra que se nos venía
encima, el ejercito kurdo se regenera, y multitud hombres y mujeres
se alistan para proteger las ciudades mayoritariamente kurdas, que se
ven atacadas por todos los frentes presentes en el conflictos(ejercito sirio, ISIS, Al Nushra) y por el ejército de Turco, que
durante muchos años ha tratado de represaliar al pueblo kurdo. La
resistencia del ejército kurdo es mayor de lo que al principio se
imaginaba, y durante mucho tiempo consiguieron frenar la entrada y
toma de estos territorios a todos los grupos armados que lo
intentaban. Yo jamás he empuñado un arma. Aunque quería proteger
a mi familia y a mi pueblo, no soy capaz de hacerlo. Soy médico, y
mi trabajo es salvar vidas, no quitarlas.
Así que que los grupos armados
cambiaron sus estrategias de ataque, y ya no se trataba de combates,
si no que comenzaron a enviar coches y camiones bomba para hacerlos
explotar en las ciudades. Estos ataques comenzaron a sucederse
diariamente, incluso a veces, varios ataques en un mismo día, así
que cada vez se volvía más inviable seguir viviendo allí. La gente
no podía hacer una vida normal. No salíamos a comprar comida, ni
los niños iban a la escuela. A veces debíamos permanecer varios
días encerrados en casa, sin luz, agua, comida...
Uno de estos ataques con coches bomba
alcanzó a mi tío y murió. Fue en ese momento que decidimos que no
era seguro permanecer allí. En ese momento comprendimos que, por más
que nos doliese abandonar nuestro hogar, no podíamos seguir viviendo
allí, así que mi madre y yo, lo dejamos todo atrás, y emprendimos
nuestro camino a Turquía. No teníamos suficiente dinero para poder
pagar el viaje de todos, y mi padre todavía permanece allí. Nunca
ha abandonado Al Hassaka, a pesar del peligro que supone para él
continuar viviendo allí.
Junto a otras 30 personas, mi madre
Seham y yo, atravesamos a pie la frontera con Turquía. El viaje fue
muy peligros y todos estábamos asustados. Yo era el único hombre
del grupo, y caminé durante todos el trayecto con un niño de tres
años en brazos. Él viajaba con sus otros dos hermanos. Su padre
murió en Siria ejecutado por el gobierno, y su madre permanecía
hospitalizada en Turquía desde hacía 10 meses tras sufrir un
atentado con coche bomba. Al cruzar la frontera, el ejercito turco
abrió fuego contra nosotros, como si fuéramos una amenaza. Tuvimos
que correr hasta un lugar seguro. Llegamos a un pequeño pueblo,
donde contactamos con un tío mío que vive en Turquía. Un taxi vino
a recogernos para llevarnos a su casa, donde permanecimos durante 20
días hasta conseguir nuestra documentación por nuestra condición
de refugiados sirios. Los niños con los que viajamos,
afortunadamente pudieron reunirse allí con su madre, pero ya no
sabemos si permanecen en Turquía o siguieron su viaje hacia Europa.
Tras conseguir nuestros papeles,
decidimos continuar nuestra travesía para llegar a un lugar seguro.
En Turquía, el pueblo kurdo no es bien recibido, así que sabemos
que no podemos permanecer allí por mucho tiempo. Contactamos con la mafia para conseguir llegar a Europa, es la única
manera de poder hacerlo. Acordamos que mi madre y yo viajaríamos en
el mismo bote. Nos piden 1500€ por persona. Quedamos con ellos ese
mismo día, para salir desde Izmir. Los traficantes son de origen
turco. En un primer momento, tratamos de llegar al punto de recogida
en la playa. Cada traficante tiene un punto de partida. Así que nos
meten a todos en un camión para trasladarnos hasta allí. Una
situación muy angustiosa, donde pasamos verdaderamente miedo. La
policía turca trató de cortarnos el paso, pero el conductor
consiguió evitarlos. Al día siguiente volvimos a intentarlo con el
mismo traficante, a la misma hora. Esta segunda vez, pasamos todos
los controles policiales y conseguimos llegar a la playa a las 5,30
de la tarde. Estaba oscuro y aquello parecía una jungla. No podíamos
encender una linterna o ni siquiera fumar un cigarrillo para que no
nos descubrieran, los traficantes no nos lo permitían. Solamente
podíamos llevar con nosotros una pequeña mochilas, en la que metí
algo de ropa, pero ningún objeto personal, porque sabíamos que
podía mojarse y podíamos perderlo. No llevábamos nada más porque
pensábamos que en 5 días o en una semana estaríamos ya en
Alemania. Llevábamos nuestros móviles metidos en unas pequeñas
bolsas de plástico para protegerlos del agua. Nos dijeron que a las
7 de la mañana partía nuestro bote. Exactamente a las 7 , comenzaron a ponernos a todos, 70 personas, en el bote. Cuando
estábamos a unos 30 metros, nuestro bote se rompió, y comenzó a
inundarse, y toda la gente asustada comenzó a pedir ayuda. Los
traficantes vinieron a por nosotros y nos rescataron, y nos dijeron
que iban a traer un nuevo bote, con un motor nuevo, y estuvimos hasta
las 4 de la tarde esperando que lo trajeran. Después de esto, nos
pusieron a 60 personas en la misma barca. Éramos las últimas
personas que quedábamos en la playa. Cuando empezamos a navegar,
estábamos muy asustados, porque era nuestro primer viaje en el mar,
60 personas en una pequeña embarcación, nada segura, y no podíamos
hacer nada. Cuando llegamos a mitad del trayecto había un gran barco
del gobierno turco. Nos vieron llegar desde la otra orilla y trataron
de volcar nuestra embarcación haciendo grandes olas, navegaban
alrededor de nosotros, y comenzó a entrar agua en la embarcación.
Comenzamos a coger a los niños en brazos, para que viesen que había
menores entre nosotros y dejasen de intentar volcar el barco, porque
íbamos a morir ahogados. Trataron de pararnos, pero el conductor del
bote no se detuvo en ningún momento. El conductor era un hombre que no
tenía dinero para pagar su pasaje, así que acordó con los
traficantes que sería él quien condujera el barco. Le enseñaron lo
básico para poder manejarlo, antes de comenzar a navegar.
Fue en tres ocasiones que intentaron
volcar el barco, pero no lo consiguieron. El conductor siguió
navegando, y conseguimos cruzar las aguas turcas, así que estábamos
en lugar seguro.
Después de media hora, llegamos a una isla griega.
Allí nos recogió la Cruz Roja. Cogieron a los niños, y nos dieron
ropa seca para cambiarnos, zapatos y mantas térmicas, hacía mucho
frío. Nos subieron a un autobús y nos trasladaron a un campo en la
misma isla. En el campo había gente muy amable. Nos dieron una
pequeña habitación para una sola noche, en la que dormir y
descansar. Esa noche estábamos felices, porque pensábamos que
conseguiríamos llegar a Alemania.
Esa noche, completamos nuestro registro
como refugiados en Grecia. Al día siguiente nos trasladan con un
barco a Atenas y nos instalan en unas habitaciones. Nos dicen que
debemos permanecer allí porque la frontera está cerrada y no
podemos continuar nuestro viaje. Al día siguiente, nos suben a un autobús, pero finalmente la
policía no permite que el autobús se ponga en marcha porque dicen que la frontera está cerrada.
Nos retienen allí, y nos dicen que debemos regresar a un campo.
Llegamos allí y
estamos tan solo una noche. Al día siguiente cogemos otro autobús,
que pensábamos que nos trasladaría a Idomeni, pero no es así.
Nosotros no confiábamos en la policía y no creíamos que fuera
verdad que la frontera estuviera cerrada, porque habíamos visto a mucho
gente que dejaba Atenas y nos decían que la frontera estaba abierta.
Dos furgones policiales nos escoltan, y al llegar a una estación de
servicio la policía no nos permite continuar el trayecto.
Permanecimos allí durante seis días y seis noches. Era marzo y
estuvimos seis días a la intemperie. Por la noche, las mujeres y los
niños dormían en el autobús, los hombres dormíamos en la calle en
unos sacos de dormir. Había algunos voluntarios que nos traían
comida y agua. Después de eso, continuamos el viaje, pero volvieron
a detenernos en otra estación de servicio durante dos días, y
después nos llevaron a un campo militar durante otros dos días.
Desde allí, cogimos unos taxis y nos trasladamos a Idomeni.
Idomeni era como un gran cementerio. He
visto de todo allí, excepto humanidad. Era como una jungla. Tenías
que ser fuerte para permanecer vivo. Había grupos que tenían poder
y que podían vivir mejor que la gente corriente. Si tienes gente que
te apoya, tienes poder, puedes hacer lo que quieras. Pueder robar,
extorsionar, pelear. Las organizaciones también tenían miedo de
esta gente ¿Puedes creerlo? Sólo si tienes poder, permaneces vivo.
Yo no me sentía amenzado, porque tenía
mucha gente que confiaba en mí, porque veían cómo me comportaba en
Idomeni y lo que hacía. Trataba de ayudar a todo el mundo. Yo
organicé, junto a otras personas, una huelga de hambre. Yo luchaba
por todo el mundo por igual, no sólo por mi propio interés. Como
hablaba inglés, hablaba con la prensa, y les explicaba cómo era la
situación en Idomeni, qué es lo que pasaba. Mandé muchos mensajes
al público europeo. Es por eso que tenía mucha gente de mi lado,
que me respetaban, y que confiaban en mí.
Había 10.000 personas viviendo en
Idomeni. Había un montón de gente por todos sitios. Una gran fila
de gente para recoger comida, otra fila para recoger un té caliente,
otra fila para recoger agua. Así que debíamos esperar como unas 4
horas para que nos dieran algo de comida. Estuve viviendo en Idomeni
desde el 1 de Marzo hasta el 26 de Junio. Con la policía no había
ninguna relación, no colaboraban para nada con nosotros. Había
muchos voluntarios de todas partes de Europa, también griegos.
Algunos voluntarios griegos comenzaron a decirnos que dejásemos
Idomeni, y nos trasladásemos a otros campos en Grecia, porque no
iban a abrir la frontera. Pero no podíamos creerles, así que
permanecimos allí. Teníamos una pequeña esperanza de que abrieran
la frontera, pero finalmente, tenían razón, y aquí seguimos.
A la hora de desalojar Idomeni, la
policía vino una noche, y nos dijeron que debíamos abandonar el
lugar a la mañana siguiente. Nos dijeron que a las 6 de la mañana
debíamos estar listos para subirnos a un autobús que nos trasladase
a otro campo. Fuimos el último grupo en abandonar Idomeni. En los
últimos días, trataron de presionarnos para que abandonásemos el lugar, haciendo volar, muy cerca de nosotros aviones, aquí sin
bombas pero... trataban de asustarnos. Le dije a un amigo griego que
me parecía que estaba en Siria de nuevo. La gente comenzó a
enfrentarse con la policía esos últimos días, pues habían perdido
la esperanza de que se volviese a abrir la frontera de nueva.
Nadie nos daba información de dónde
querían trasladarnos. El gobierno era quien decidía a qué campo
iban a trasladar a cada persona. No sabíamos cómo iba a ser el
campo. Sólo nos decían que iba a ser mejor que Idomeni, que ibámos
a tener buenas instalaciones, con baños, con comida buena, siempre
las mismas promesas, pero no les creíamos. Cuando llegamos a aquí y
vimos el lugar...Estaba sucio y olía a petróleo. Nos dijeron que no
podíamos elegir, que debíamos permanecer aquí. De repente, pasé de
ser un médico respetado en Siria, a ser un vagabundo. Cuando
comprendimos que íbamos a seguir aquí por mucho tiempo, comenzamos a limpiar todo y
a organizar nuestra vida aquí.
Al principio, el grupo que vinimos al
campo, nos conocíamos, de Idomeni. Entre todos acordamos unas reglas
de convivencia. Después de un mes, vino una familia, bastante
numerosa, y la convivencia se tornó un poco más complicada. Durante
las primeras semanas, tanto la policía como los militares nos
escuchaban, y trataban de ayudarnos en lo que podían, pero ahora la
relación ha cambiado, no sé muy bien porqué.
La vida ahora en el campo es buena,
porque cuando pienso en el pasado...ahora está bien. Antes...¿puedes
imaginarte a ti misma en una pequeña tienda en la que dormir,
cocinar, fregar? Por supuesto que no puedes. Debíamos robar la
electricidad, porque teníamos orden de no poder conectar nada. En
invierno, con todo el calor, dentro de las tiendas, sin ventiladores,
y en invierno, con el frío, sin calentadores. Pero, ahora, con estas
habitaciones, estamos mejor, eso es lo que yo pienso, al menos.
No se
cuanto tiempo más voy a estar aquí. Hice mi segunda entrevista hace
dos meses y diez días, pero espero que no sea mucho tiempo más.
Creo que el futuro será mejor, de hecho, eso es lo que espero.
No se qué pensar sobre Europa. Están
haciendo que nos volvamos locos. Pensábamos que iban a ayudarnos,
pero no hacen nada por nosotros. Nos dejaron en una jungla, en la
calle y nos dicen, búscate la vida. Nos acogen por la guerra en
Siria, nos dicen que estamos a salvo, pero después nos dejan tirados
en la calle. Pero estad agradecidos, piensan, porque aquí no hay guerras ni conflictos.
No somos una amenaza para Europa. Por supuesto el pueblo kurdo está en
contra del terrorismo. Durante 4 años hemos tratado de combatirlo.
Llevamos 4 años luchando contra ellos. Hemos tratado de proteger
nuestras ciudades, y a todo aquel que podíamos, del terrorismo y del
ISIS, así que puedo afirmar que la gente kurda está en contra del
terrorismo. Concretamente porque ellos mataron a mi tío, es algo que
no podré olvidar, no puedo olvidar lo que han hecho.
No pienso que la gente siria odie
Europa ni a los europeos, al menos quienes yo conozco. No odiamos a
nadie. Solamente necesitamos una vida normal, un lugar seguro. Sólo
quiero un hogar, como el resto del mundo. Una casa con tejado, no
como esta habitación. Y quiero volver a reencontrarme con toda mi
familia, verlos de nuevo. Hace dos años y medio que no los veo, es
muy difícil para nosotros, para mí, para mi madre, para mi padre.
Dejamos a mi padre en Siria porque no teníamos suficiente dinero
para poder traerlo con nosotros, así que cuando llegue a cualquier
país en Europa, intentaré hacer la reubicación familiar de mi
padre. Ahora está en peligro. Ahora mismo la situación en Al
Hassaka no es del todo mala, pero no sabemos cuándo el ISIS tratará
de nuevo de atentar con coches bombas o de sitiar la ciudad.
No se qué más puedo decir. He mandado
multitud de mensajes a distintos medios de comunicación, a los
gobiernos, lo he transmitido a través de muchas voluntarias de
diferentes países, y no he obtenido nunca ninguna respuesta, no he
visto ninguna solución a nuestra situación.
Veo que mi futuro será genial cuando
consiga dejar Grecia. Mi plan es pedir la reubicación familiar para
mi padre, y comenzar una nueva vida juntos, quizás con nuevas
personas, quizás con un nuevo trabajo, no sé. Realmente, echo mucho
de menos mi trabajo como médico.
Creo que cuando piense en toda esta
temporada, algunas veces recordaré las cosas buenas, otras veces las
cosas malas. Pero he conocido a muy buena gente, a gente increíble, de la que guardaré muy buenos recuerdos. Me siento más fuerte que
antes, porque he estado mucho tiempo siendo paciente. Quizás porque
he soportado demasiadas cosas malas. He superado muchas cosas. Creo
que ahora soy mucho más humano.
Ahora mismo no siento que sea una
persona normal. Todo el tiempo estoy pensando ¿Cuándo podré dejar
Grecia? ¿Cuándo me van a llamar? Pero creo que en el futuro, seré
una persona normal, con una vida normal.
Nadie sabe cuándo acabará la guerra
en Siria, espero que muy pronto. Y cuando acabe, me gustaría volver,
por supuesto. Porque, de verdad, echo mucho de menos mi país .Es un
país genial. Intentaré que sea un país mejor de lo que era antes
de la guerra, un país sin Al Assad. El problema es que hay muchas
manos metidas ahora mismo en Siria, y es muy complicado sacarlas de
allí. No es una guerra civil, es como una guerra mundial
concentrada sobre un sólo país. Muchas veces trato de pensar cuál
es la verdadera razón de la guerra de Siria, y siempre acabo con un
gran dolor de cabeza. Porque no logro encontrar la verdadera razón
de esto. Pero sé que un día todo estará bien. Muchas veces me digo
a mi mismo esta frase: "estaremos bien un día".
Y así, con el corazón en un puño y las emociones a flor de piel, terminamos el día, agradeciendo a Imad su sinceridad y que haya accedido a abrirse de esta manera para nosotras y para todos quienes seguís nuestras líneas diariamente.